Por Francisco Mojarro

Este 10 de mayo serán 97 años que en México se celebra el Día de las Madres, personaje de gran relevancia en la cultura mexicana, retratada como ser que lucha a capa y espada por el bienestar de los suyos, sinónimo de empleo de 24 horas sin la remuneración justa que premie su esfuerzo.

En mi opinión, la figura de la madre en el imaginario colectivo, se limita injustamente a la mujer que mantiene la casa limpia, la comida caliente a tiempo para recibir al marido y a los hijos, determinando su papel o función a alguien que sirve, pero no cobra.

Si reflejamos en términos monetarios lo que representa su labor, nos sorprenderemos. “En 2016, el trabajo no remunerado de los hogares superó los 4.6 billones de pesos en valor económico, lo que equivale a 23.2% del Producto Interno Bruto –PIB- nacional. De este valor, 75.3% fue generado mediante el trabajo de las mujeres, quienes ocuparon 2mil 027 millones de horas a la semana para tal efecto” (Revista Expansión, 2018).

Pero, ¿quién nos dijo que esa mentalidad es correcta? y, sobre todo, ¿qué tipo de sociedad somos para no hacer nada por cambiarla?, aun sabiendo que estamos en un grave error. Es como si dejáramos caer una bola de nieve, que conforme va desciendo, su volumen está en aumento; y cuando queramos detenerla todo esfuerzo que hagamos será inútil.

Nos resulta muy fácil salir a manifestarnos por las principales calles, exigiendo el cumplimiento de nuestros derechos; exhortando mediante redes sociales a nuestros contactos para que se sumen a nuestra lucha; criticamos todo aquello que esté en contra de nuestra ideología.

Sin embargo, hay ciertos indicadores de nuestra persona, que no está en total concordancia con lo que afuera decimos. Debemos sostener con acciones lo que expresamos con la boca; Es algo tan simple, pero a la vez complicado de hacer.

¿Cuántas veces no esperamos acostados viendo la televisión, mientras que mamá prepara la comida, realiza el aseo o va a hacer las comprar necesarias? Lo sé, inclusive yo lo he hecho. Ese tipo de detalles, que a simple vista no significa gran cosa, pero en el fondo fortalecemos inconscientemente ese pensamiento dañino para la humanidad.

Lo cierto es que todo eso se deriva de una mentalidad machista que se ha arraigado en lo más profundo del pensamiento del mexicano, la cual se transfirió de generación en generación. Dicho pensamiento ha permitido que la brecha existente entre hombres y mujeres sea aún mayor.

Actualmente la lucha por la igualdad de género, en muchos países ha progresado paulatinamente y en México, ¿Cómo andamos? Excélsior publicó una nota el año pasado,  en ella aborda los retos que aún tenemos en el  país y mencionan lo siguiente: “Lorena Cruz Sánchez, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, lamentó que en muchos casos persista la violencia contra este sector por parte de los varones y recalcó que es desde el hogar donde se debe educar a las niñas y niños, para que consideren a los hombres y mujeres como iguales”.

En el cuerpo de la nota hacen mención de un claro ejemplo de las diferencias que hay entre ambos géneros, “la brecha salarial es de 30 por ciento con respecto a los varones, padecen discriminación laboral o violencia sexual en sus centros de trabajo, y persisten las desigualdades en la política, sobre todo a nivel local, donde sólo representan 14 por ciento”.

Madres solteras en el campo laboral

INEGI explicó que las madres solteras son “aquellas mujeres que no se casaron o vivieron en unión libre, es decir, nunca cohabitaron con el padre de sus hijos”, y alertó el sobre el aumento en las mujeres que llevan la maternidad sin tener alguna pareja, pese a que el índice común indica una condición predominante entre las mujeres de estar casas o en unión libre.

De acuerdo a los datos obtenidos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017, menciona que de los 48 millones de mujeres de 15 años y más 35. 2 millones han sido madres, es decir el 73.3 %. De las cuales en el mercado laboral el 64% son trabajadoras subordinadas y remuneradas, 26.6% trabajan por cuenta propia, 6.6% no tiene remuneración y sólo 2.8% se desempeña como empleadora.

Según el boletín proporcionado por Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indicó que “el 2014 en México, el 33,5 % de las mujeres no unidas de 15 a 54 años que han tenido al menos un hijo nacido vivo, son solteras”. Es decir que 3 de cada 10 mujeres.

No tenemos que indagar mucho para darnos cuenta de las condiciones en las que viven, porque no es algo ajeno los problemas que la gran mayoría padece; les hablo de la falta de trabajo, de la remuneración mal pagada, de las injusticias por parte de las autoridades y así le podemos sumar un sinfín de males.

Lo cierto es que ese fragmento de la sociedad, resultar ser de los afectados por los problemas que acongojan al país. Pongámonos a pensar un poco sobre las contrariedades que enfrenta una madre de familia, aun teniendo a su pareja, o mejor dicho contando con un respaldo. Ahora imagínense a una madre soltera esforzarse el doble para poder salir adelante, con todo y las complicaciones que pudiese llegar a tener.

Desafortunadamente, son muy pocas las mujeres homenajeadas que cuentan con un estatus social y economía que les permita llevar una vida digna; sin todas las carencias imaginables que resultan ser un obstáculo para enfrentar la problemática diaria con sus hijos y la de su familia. La gran mayoría de las madres en nuestro país, viven una situación de miseria, de escasez de recursos, desamparo social, injusticias de género, etc.

Como ya es común, se ha lanzado una campaña masiva; donde nos bombardean a través de anuncios publicitarios, para que compremos esos preciados obsequios para las mamás, y mientras más caro sea, mejor. Al menos eso es lo que nos quieren incitar a hacer.

Todo ello producto de un sistema capitalista, que se ha encargado de llenar de mercadotecnia dicha celebración emotiva. Sí, aquello que sentíamos tan íntimo y, por lo tanto, apreciado; me refiero al amor puro e incondicional emergido de nuestro ser hacía ellas, ha sido infectado debido al mercenario ecosistema en el que vivimos, al cual sólo le preocupa vender y vender.

Al final de cuentas, son los bolsillos de los grandes empresarios donde se ve reflejado en inmensas cantidades de dinero todo ese amor hacía la madre. En realidad, no me sorprende de ese sistema tan desgraciado. Por un lado, realiza toda una faramalla, alagando a la mujer, llenándola de frases emotivas y muy bonitas, pero por el otro, les ofrece las peores condiciones para vivir, con cientos de barreras que impiden el crecimiento personal y profesional; les arranca el alma día tras día con jornadas laborales extensas, las cuales no se ven reflejadas en la paga.

Con el paso del tiempo su belleza se va marchitando porque el sistema se ha encargado de no dejarles tiempo para ellas, solo quiere toda su fuerza laboral mientras que le sean útiles; después las desecharán como a cualquier cosa.

En lo personal, creo que para la celebración por el Día de las Madres, 24 horas no son suficientes. Por el gran esfuerzo que han hecho por nosotros, desde cargarnos en su vientre durante nueve meses hasta las desveladas que enfrentaron cuando necesitábamos de ellas por las noches, deberíamos festejarlas todo el tiempo, no importa con qué pretexto se haga.

En este escrito no solo invito a la sana reflexión y cuestionamiento sobre ese abanico de problemas que están ligados con las festejadas este 10 de Mayo, sino, mirar más allá y observar detenidamente el mundo que le ofrecemos a la mujer en general.

Resultaría muy fácil culpar a las autoridades por no tomar las medidas necesarias para que la mujer tenga las mismas posibilidades que un hombre. Pero para que haya un verdadero cambio en la sociedad en ese sentido y muchos más, todos debemos cambiar. En detalles tan simples como; ayudar en las labores del hogar, ir por el mandado al supermercado y otras actividades que ante los ojos de la sociedad no deberíamos hacer, porque termina siendo una ley no escrita.

Para que haya un cambio externo, primero debe haber uno interno, por eso en el entorno que vivimos no hay que dar cabida para la indiferencia por los problemas que enfrenta la sociedad, porque de alguna u otra forma nos terminarán afectando. 

Somos engranajes con funciones específicas, pero tendremos que coordinarnos entre todos para un mayor funcionamiento en la sociedad. Desde ahí deberíamos empezar para encontrar ese anhelado progreso que como colectivo necesitamos.